Las antiguas arquitecturas domésticas rinden un testimonio silencioso, pero fiel, de una época y de la vida de sus habitantes. Urquiza llamaba a Santa Cándida "la casa nueva". Al general le gustaba erigir buenas residencias cerca de sus intereses. El estilo arquitectónico del palacio era italiano dado el auge de este estilo en la época. El arquitecto Pedro Fosatti, el mismo que había construido el Palacio San José, concibió una villa toscana al estilo palladino con una compácta planta cuadrada en tres niveles, para contemplar desde los superiores el paisaje ribereño y las actividades del saladero.
La planta baja fue destinada a la recepción y administración. Contaba también con un comedor, el ambiente social más importante. La escalera de madera, conservada intacta, llevaba a la planta alta, el área privada de dormitorios con pisos de baldosas coloradas que aun existen. El edificio esta coronado, en un cuarto nivel estaba la linterna y mirador, de planta octogonal. En ese entonces el general vivía en el Palacio San José, con su joven mujer Dolores Costa y sus once Hijos.
Urquiza invirtió toda su fortuna en bienes productivos, y eso hizo que después de su trágica muerte en 1870 la sucesión se viera obligada a vender bienes para hacer frente a los impuestos y obligaciones comerciales contraidas por el general. El saladero fue vendido a don Mariano Unzué, quien lo mantuvo con las mismas características arquitectónicas. Al fallecer lo heredo su hija Adela, casada con Antonio Leloir, quienes enamorados del paisaje y las posibilidades que ofrecía la casona, decidieron transformar el saladero en un verdadero casco de estancia.
Contrataron al arquitecto Ángel Gallardo, quien provocó transformaciones de importancia en la planta baja. Amplió la recepción y agregó un porche y baños por doquier. La casa se llenó de detalles de lujo y confort, se agregaron estufas de mármol de gran diseño, se construyeron sendas galerías para las dos fachadas, y se intercalaron columnas, molduras y esculturas de mármol con figuras mitológicas, que las enriquecieron con un armonioso juego de claroscuros. Se colocaron varias piezas como rosetas y pisos de mármol comprada de la demolición del primer colegio nacional de Buenos Aires.
Casi todas las construcciones del Saladero fueron demolidas, salvo un pabellón muy cercano a la casa, de estilo italiano pero con líneas más criollas, destinado a la administración del personal. Se lo estilizó con galerías y se agregó una torre de agua. El jardinero suizo Emilio Bruder se encargó de transformar los talleres industriales en áreas de canteros de flores y arboledas de variadas especies, así como avenidas forestadas.
Luego de varios sucesores el palacio fue perdiendo su esplendor hasta que la señora Helena Zimmermann casada con un nieto de Urquiza, don Francisco Saenz Valiente compró en 1971 la casa para rescatarla del olvido. Francisco que murió en 1997 era hijo de Teresa Urquiza, la hija menor del general, que tenía solo tres años cuando murió su padre. Ella se casó con el marino Juan Pablo Saenz Valiente. Francisco junto con su segunda mujer, Helena Zimmermann, dedicaron una década entera a reflotar el palacio. De a poco recuperaron la arquitectura y también los objetos.
Sobre el piso de mármol de la casa, se observan suntuosos muebles; del techo cuelgan antiguas arañas; en las paredes, retratos de la familia y espejos de 3 metros y medio de altura que Antonio Leloir le compró a la célebre actriz de la comedia francesa, Sara Bernhardt. Agrupadas por doquier, encontramos piezas del mobiliario de diferentes períodos y lugares: Imperio Victoriano, Eduardiano, Italiano, Francés.
La estancia cuenta con siete habitaciones dobles y triples con baño privado, y una suite familiar para cuatro personas. Aunque todos los cuartos son diferentes y cada uno tiene su propia personalidad, todos remedan al pasado argentino - confortables a la antigua usanza, con un imponente mobiliario, molduras originales, y retratos familiares por donde sea. El dormitorio gris, con sus muebles del siglo XIX y las pinturas del siglo XVIII de origen italiano, es un ejemplo de la influencia europea sobre la cultura nacional de esa época.
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