Justo José de Urquiza (Talar de Arroyo Largo, hoy Arroyo Urquiza, Entre Ríos, 18 de octubre de 1801 - Palacio San José, cerca de Concepción del Uruguay, 11 de abril de 1870) fue un militar y político argentino. Fue varias veces gobernador de la provincia de Entre Ríos y presidente de la Confederación Argentina entre 1854 y 1860.
Su padre, Joseph de Urquiza, era un inmigrante español que, junto a su esposa Cándida García, se radicaron en la provincia de Entre Ríos, dedicándose a la actividad rural y a la función pública. Luego de la Revolución de Mayo, en 1810, emigraron a la Banda Oriental para seguir siendo fieles al Reino de España.
Regresaron en 1812, y cinco años más tarde Justo José fue enviado al Colegio de San Carlos en Buenos Aires.
En 1819 se instaló en la pujante villa de Concepción del Uruguay, dedicándose a la actividad rural y comercial, para la cual demostró una enorme capacidad. Su hermano mayor, Cipriano de Urquiza, fue secretario y luego ministro del primer gran caudillo entrerriano, Francisco Ramírez.
En 1820 tuvo su primera hija extramatrimonial; más tarde tendría muchos hijos ilegítimos más, una ley sancionada durante su presidencia legalizaría varios de ellos, fueron legalmente reconocidos 23 hijos por la Ley Federal Nº 41 en donde ponía en un pie de igualdad a los 11 hijos legítimos con los extramatrimoniales que los tuvo de soltero (hay versiones que tuvo 105 hijos en toda su vida).
En la década de 1820, contando ya con una fortuna que lo respaldaba, se interesó en la política en un período especialmente turbulento en la historia de Entre Ríos. Como muchos jóvenes del interior, su partido era el Federal.
En 1826 fue electo por los vecinos de Concepción del Uruguay para representarlos como diputado en el congreso provincial. Dirigió la oposición a la Constitución Argentina de 1826, que fue rechazada por su provincia.
Desde 1828 en adelante fue comandante militar y civil de Concepción del Uruguay. Dos años más tarde apoyó la invasión a su provincia del general unitario Juan Lavalle y de Ricardo López Jordán (padre). Tras el fracaso de esa invasión, apoyó otra en 1831 que, al fracasar también, lo obligó a refugiarse en Santa Fe, bajo la protección del caudillo Estanislao López.
Al año siguiente acompañó a Pascual Echagüe en la campaña militar que llevaría a éste a la gobernación de Entre Ríos. Bajo su gobierno, Entre Ríos conoció un período de paz, reforzado por la influencia pacificadora del gobernador porteño Juan Manuel de Rosas. A partir de 1835, éste gobernó como un dictador electo por el voto popular de su provincia. Extendió su dominio sobre las demás provincias, ejerciendo de hecho un poder central que no le correspondía de derecho. Echagüe hizo un gobierno progresista y se ahorró problemas apoyando a Rosas en su oposición a la sanción de una constitución nacional.
Urquiza fue nombrado comandante de toda la costa del río Uruguay, con el grado de coronel. Durante esa década se convirtió en uno de los hacendados y comerciantes más ricos del país y extendió una poderosa red de clientelismo económico, que le serviría más tarde de apoyo político.
Entre Ríos era un territorio que ocupaba una posición estratégica, ya que estaba cerca de Buenos Aires, de la conflictiva Banda Oriental, del Imperio del Brasil y de la provincia de Corrientes. En su territorio se dieron grandes batallas.
A mediados de 1838, la tranquilidad de la provincia se vio amenazada por la sublevación de Fructuoso Rivera, que derrocó al presidente uruguayo Manuel Oribe. También ese año murió Estanislao López, y Echagüe forzó la ubicación en la gobernación santafesina de su hermano Juan Pablo López.
La primera provincia en rebelarse militarmente contra Rosas fue Corrientes. Su gobernador, Genaro Berón de Astrada retiró la delegación de las relaciones exteriores a Rosas y le declaró la guerra, como así también a Echagüe. Berón tuvo que enfrentar con sus solas fuerzas el ataque que le lanzó Echagüe, uno de cuyos jefes de división era Urquiza.
Los ejércitos se encontraron en la batalla de Pago Largo, cerca de Curuzú Cuatiá, el 31 de marzo de 1839. Fue una completa victoria de los federales, en la que Urquiza tuvo una actuación destacada, y Berón resultó muerto en la persecución que siguió a la batalla. Después de la misma, centenares de prisioneros fueron ejecutados; en general, los correntinos acusaron a Urquiza por esos crímenes.
Después de colocar un gobernador federal en Corrientes, Echagüe pasó con su ejército a Uruguay. Rivera lo derrotó en la batalla de Cagancha, el 29 de diciembre, en la que la indecisión del general Lavalleja fue más importante que la brillante actuación de Urquiza. Desde ese momento, las relaciones de Urquiza con Echagüe fueron muy malas.
En su ausencia, Lavalle había invadido la provincia, pasando a continuación a Corrientes. Allí reunió un nuevo ejército, con el que a mediados de 1840 invadió Entre Ríos. Mientras Urquiza controlaba la costa del Uruguay, Echagüe lo enfrentó en dos batallas indecisas. Urquiza derrotó a uno de los coroneles unitarios en Arroyo del Animal, cerca de Gualeguay. Poco después, Lavalle pasaba hacia la provincia de Buenos Aires; allí intentaría ocupar la capital, pero sería derrotado sin lucha e iniciaría una marcha hacia el norte, encontrando la derrota en Tucumán y la muerte en Jujuy.
Algunos meses después, Echagüe invadió Corrientes, dejando a Urquiza protegiendo sus espaldas. El nuevo comandante de Corrientes era José María Paz que derrotó fácilmente a Echagüe en la batalla de Caaguazú, el 28 de noviembre de 1841.
Poco después de la derrota venció el cuarto mandato de Echagüe. El 15 de diciembre de 1841, la legislatura eligió gobernador a Justo José de Urquiza. No dejaría el poder en la provincia hasta su muerte, casi treinta años más tarde. Fue gobernador durante 18 años, a lo que hay que sumar seis años de federalización de la provincia bajo su propia presidencia, y cuatro de un empleado suyo. En total, 28 años; más que Rosas en Buenos Aires.
La situación era muy delicada; Urquiza emitió una proclama, en que decía que
"nadie ha sido colocado al frente de la provincia en circunstancias más difíciles. El mando, desnudo de cuanto halaga, sólo me presenta sus azares."
Enseguida delegó el mando en Vicente Zapata, y abandonó la capital. Días después, Paz ocupaba Paraná y Rivera Concepción del Uruguay. Urquiza se retiró a la isla del Tonelero, protegida por pantanos y arroyos, donde se puso a organizar un ejército con miles voluntarios entrerrianos, a quienes formó militarmente. Entre ellos estaba un joven, hijo de un viejo general que estaba prisionero de Rosas por unitario: era Ricardo López Jordán. Durante un corto período se trasladó a la provincia de Buenos Aires.
Paz se hizo elegir gobernador, pero la falta de ayuda del gobernador correntino Pedro Ferré lo obligó a ir en busca de Rivera, cruzando la provincia. En el camino perdió casi todo su ejército, que pasó a engrosar el de Urquiza. Éste ocupó Paraná sin oposición, y enseguida inició la campaña en el interior de la provincia.
Simultáneamente, Oribe regresaba desde el norte, donde había derrotado a Lavalle, y atacó al gobernador santafesino Juan Pablo López (que se había pasado de bando), derrotándolo con facilidad. Echagüe se hizo cargo del gobierno santafesino y Oribe cruzó el Paraná, siguiendo su marcha hacia el Uruguay.
Rivera tomó el mando del ejército unido uruguayo-unitario. Urquiza se unió a Oribe y juntos avanzaron hacia el río Uruguay, cerca del cual derrotaron completamente a sus enemigos en la batalla de Arroyo Grande, el 6 de diciembre de 1842.
Mientras Oribe continuaba su avance hacia Montevideo, ocupando la mayor parte del territorio uruguayo, Urquiza invadió Corrientes, donde colocó un gobernador federal, Pedro Cabral, y dejó una guarnición entrerriana en Goya, al mando del general José Miguel Galán.
Después acompañó el lento - demasiado lento - avance de Oribe hacia la capital uruguaya, a la que puso sitio. Así se iniciaba el período que los uruguayos llaman la Guerra Grande.
En Corrientes, una reacción dirigida por Joaquín y Juan Madariaga tomó el poder y expulsó a los entrerrianos. Enseguida atacaron Entre Ríos; la defensa quedó a cargo del general uruguayo Eugenio Garzón, mientras una rebelión en el interior de la provincia costaba la muerte de Cipriano de Urquiza. Los correntinos evacuaron Entre Ríos, y Urquiza pudo seguir sus campañas en el Uruguay; allí derrotó a Rivera junto al río Yí, y el 27 de marzo de 1845 lo venció definitivamente en la batalla de India Muerta. Nuevamente fue acusado de haber ejecutado cientos de prisioneros.
El bloque anglo – francés y las actividades de corsarios al servicio del gobierno de Montevideo continuaron afectando al gobierno entrerriano. El capitán italiano Giuseppe Garibaldi saqueó Gualeguaychú; y a los pocos días el griego Cardassy capturó todos los barcos del puerto de Paraná.
En Corrientes, los Madariaga habían puesto al frente de su ejército al general Paz, que organizó un nuevo ejército. Urquiza invadió la provincia y derrotó a Juan Madariaga en la batalla de Laguna Limpia, tomándolo prisionero. Por su archivo se enteró de que Paz pretendía llevarlo hasta el extremo norte de la provincia, para derrotarlo en una trampa parecida a la que había usado para vencer a Echagüe. Por eso continuó avanzando, saqueó la provincia, se hizo amigos correntinos y al llegar hasta la trampa de Paz dio media vuelta y regresó a Entre Ríos.
Desde allí inició negociaciones con el gobernador correntino a través de su hermano. Paz se opuso e intentó derrocar a Madariaga, pero fracasó y terminó huyendo. Urquiza firmó el Tratado de Alcaraz con el gobierno correntino, por el cual se arreglaba la paz y se devolvía el encargo de las relaciones exteriores a Rosas, pero Corrientes quedaba liberada de la obligación de apoyar la guerra en el Uruguay, y además se preveía la pronta convocatoria a un congreso constituyente.
Rosas rechazó el tratado y, contra su voluntad, Urquiza se vio obligado a invadir nuevamente Corrientes. Derrotó a los Madariaga en la batalla de Vences o de Rincón de Vences, el 27 de noviembre de 1847. Según sus detractores, Urquiza habría perpetrado allí su peor matanza de prisioneros. Aunque es probable que ésta haya ocurrido, posiblemente se debió a sus aliados correntinos.
Los Madariaga huyeron al Brasil, y Urquiza puso en el gobierno correntino a su amigo Benjamín Virasoro. La guerra había terminado; por supuesto, aún quedaba Oribe sitiando Montevideo, pero se descontaba que la ciudad caería de un momento a otro.
Su gobierno fue paternalista, en el sentido de que gobernó sin consultar al pueblo, pero en beneficio de éste. Gobernaba desde Concepción del Uruguay o desde su campamento militar de Calá. En varios sentidos fue muy similar a Rosas y a otros caudillos de la época. Protegió a la ganadería, favoreció la instalación de saladeros de carne vacuna, hizo exigir la papeleta de conchabo a todos los peones rurales, mejoró los caminos y Mejoró los puertos, instaló molinos de agua, y ayudó al establecimiento de pequeñas industrias. Ejerció un poder de policía muy eficaz, pero muy cruel, ya que a la menor falta, los delincuentes eran sencillamente ejecutados.
Ordenó llevar la contabilidad con una precisión desconocida hasta entonces. Impuso un control fiscal estricto, y una dedicación intensa a los funcionarios y empleados; redujo el gasto público sin descuidar las funciones del estado, e hizo publicar mes por mes los gastos e ingresos por la prensa.
Su principal preocupación fue la educación; extendió las escuelas primarias que había fundado su antecesor y fundó nuevas escuelas secundarias, públicas y modernas. La primera que fundó fue la de Paraná, dirigida por Manuel Erausquin. Tras una serie de conflictos con el gobierno de esa ciudad, el cuerpo de profesores pasó al otro colegio fundado por Urquiza, el actual Colegio Nacional de Concepción del Uruguay. Tendría un gran auge durante el tiempo en que Buenos Aires se separara de la Confederación, bajo la dirección de Alberto Larroque, que lo transformó en el colegio secundario más moderno de su época, y por muchos años compitió en prestigio con el de Buenos Aires y el de Córdoba.
Se llegaron a publicar tres periódicos simultáneamente, se fundaron teatros, escuelas secundarias de mujeres, bibliotecas públicas, etc. Llamó a su provincia a varios emigrados ilustres, sobre todo a todo federales antirrosistas, como Pedro Ferré, Manuel Leiva y Nicasio Oroño, pero también a unitarios como Marcos Sastre y otros. El ambiente que se respiraba en la provincia era mucho más libre que el de Buenos Aires u otras del interior.
El ambiente de libertad, que tanto contrastaba con el de la capital, llamó la atención de los emigrados y unitarios. Muchos, como Sarmiento o el general Paz, comenzaron a pensar que Urquiza sería el elegido por la historia para convocar un congreso constituyente y derrocar a Rosas.
A pesar de que la ciudad de Montevideo estaba sitiada y en guerra con las provincias argentinas, Urquiza logró mantener abiertos los puertos de su provincia al comercio con esa plaza. Según el punto de vista de Rosas, se trataba de contrabando; pero como el gobernador porteño necesitaba a Urquiza, lo permitió de hecho.
Rosas seguía sosteniendo que, dado que el país no estaba en paz, no era tiempo aún de sancionar una constitución. Lo cual era cierto, pero también lo era que la misma política exterior de Rosas mantenía el estado de conflicto exterior constante. De hecho, Rosas fue repetidamente acusado de mantener a la Confederación en guerra, para así posponer indefinidamente la sanción de la Constitución.
A mediados de 1850, cuando la ciudad sitiada de Montevideo estaba por caer, el Imperio del Brasil decidió apoyar a los sitiados. En respuesta, Rosas inició el proceso para llegar a una guerra contra el Imperio. Varios opositores interpretaron que el gobernador porteño estaba abriendo un nuevo frente de conflicto, para seguir posponiendo el momento de la sanción de la Constitución; Urquiza se plegó a esa interpretación, pero aún no mostró ningún síntoma en ese sentido.
Rosas lo nombró comandante del ejército de operaciones contra Brasil, y le envió armamento y refuerzos. Pero, al mismo tiempo, le exigió suspender el tráfico mercantil con Montevideo.
Urquiza comenzó a contactar a los emigrados de Montevideo, y posteriormente también a los representantes del Imperio. Para lanzarse a la aventura de enfrentar a Rosas, necesitaba dinero y la seguridad de que sería apoyado. A principios del año siguiente comenzó a llegar ese dinero, en abundancia, provisto por la cancillería brasileña. Entonces Urquiza hizo su primer movimiento.
El 1ro de mayo de 1851, se anunció el llamado Pronunciamiento de Urquiza. Se trató de un anuncio de la legislatura entrerriana, en que se aceptaban las repetidas renuncias de Rosas a la gobernación de Buenos Aires y a seguir haciéndose cargo de las relaciones exteriores. Reasumía también el manejo de la política exterior y de guerra de la provincia. Por último, se reemplazaba de los documentos el ya familiar "¡Mueran los salvajes unitarios!", por la frase "¡Mueran los enemigos de la organización nacional!".
Dejando de lado el eufemismo de aceptar las renuncias de Rosas, se trataba de una reacción contra la dominación política y económica de la Provincia de Buenos Aires, con objetivos políticos y económicos, ocupando en principio la organización constitucional un lugar secundario.
La única provincia que apoyó el Pronunciamiento fue Corrientes; las demás condenaron en todos los documentos públicos la actitud de Urquiza y, siguiendo el modelo de la prensa porteña, lo tacharon de "loco, traidor, salvaje, unitario…"
A fines de mayo se firmó un tratado entre Entre Ríos, el gobierno de Montevideo y el Imperio del Brasil. Acordaba una alianza entre los tres para expulsar a Oribe, llamar a elecciones libres en todo el territorio uruguayo, y enfrentar juntos a Rosas, si éste declaraba la guerra a una de las partes, lo que se daba por descontado.
En julio de ese año, el ejército entrerriano cruzó el río Uruguay. En el camino se le unió la mayor parte del ejército de Oribe, que se puso a órdenes del general Garzón, candidato a presidente de los aliados. Y por el norte entraron los brasileños. El ejército avanzó sin oposición hasta las inmediaciones del campamento del Cerrito, donde se iniciaron conversaciones de paz con Oribe. El 8 de octubre se firmó un pacto entre las partes, por el que las fuerzas de Oribe se incorporaban al ejército de Urquiza, y un olvido de todas las querellas, "ni vencedores, ni vencidos". Oribe se retiró a su estancia, donde moriría pocos años después.
Urquiza incorporó a su ejército, a la fuerza, las tropas argentinas que sitiaban Montevideo, pero dejó escapar a sus jefes. Entre los que se retiraron a Buenos Aires se contaban algunos jefes valiosos, como los coroneles Jerónimo Costa, Hilario Lagos y Mariano Maza.
El congreso uruguayo tuvo que firmar un tratado con el Brasil, por el que se le reconocía al Imperio el derecho de intervenir en su política interna y se le entregaba una gran franja limítrofe, hasta entonces en disputa entre los dos países, poco menos de la tercera parte de su superficie.
Rosas declaró públicamente la guerra al Brasil, lo que permitió a Urquiza firmar un nuevo tratado de alianza contra el gobernante argentino.
Urquiza regresó a Entre Ríos, donde reunió el llamado "Ejército Grande", formado por tropas entrerrianas, correntinas, los emigrados unitarios, los soldados argentinos del sitio, unidades "coloradas" del ejército uruguayo y tropas del Imperio. Con ellas cruzó el río Paraná en buques brasileños y, aprovechando la defección de varias unidades del ejército de Rosas, derrocó al gobernador santafesino Echagüe.
En camino hacia Buenos Aires ocurrió un hecho que mostraba la lealtad de los porteños hacia Rosas. Un regimiento entero se pasó a las fuerzas de Buenos Aires, asesinando al coronel unitario Pedro León Aquino y a casi todos los oficiales; eran de las fuerzas porteñas que habían sido obligadas a unirse a Urquiza en Montevideo.
Como de costumbre, Rosas puso al mando de las fuerzas de la provincia al general Ángel Pacheco; pero éste no respondió como debía y dejó avanzar al ejército hacia la capital. De modo que Rosas cometió un grave error estratégico: asumió él mismo el mando de su ejército y esperó a Urquiza cerca de su campamento de Santos Lugares.
El 3 de febrero de 1852 se encontraron los 24 mil hombres de Urquiza con los 23 mil de Rosas en la batalla de Caseros. Fue la batalla más grande que se haya dado jamás en América del Sur.
Tras pocas horas de batalla, la victoria fue para Urquiza. Hubo muchos ejecutados, como los coroneles Martiniano Chilavert y Martín Santa Coloma; y todos los soldados del regimiento de Aquino, que fueron colgados de los árboles del parque de Palermo.
Rosas se exilió en Inglaterra, y Urquiza asumió por sí mismo el gobierno provincial. Dos días después de la batalla nombró gobernador a Vicente López y Planes.
El 20 de febrero, el comandante brasileño anunció el desfile triunfal en Buenos Aires. Pero Urquiza recorrió la ciudad sin esperar al ejército brasileño, ya que era una humillación especialmente buscada, dado que era el aniversario de la victoria argentina de Ituzaingó.
Enseguida comenzaron a llegar los emigrados desde Montevideo, que pronto coparon el gobierno en la ciudad.
Urquiza envió al interior a Bernardo de Irigoyen, con la misión de entrevistarse con la mayor cantidad de gobernadores posible para invitarlos a una reunión de gobernadores, a celebrarse en San Nicolás de los Arroyos.
La reunión se llevó a cabo los últimos días de mayo, y allí se acordó reunir un Congreso Constituyente en Santa Fe, con dos diputados por provincia. Además se daba a Urquiza el cargo de Director Provisorio de la Confederación, sin definir realmente sus funciones.
La legislatura porteña rechazó el Acuerdo, ya que quería tener más representantes que las demás provincias; pero se escudó para el rechazo en el cargo concedido a Urquiza. Éste simplemente disolvió la legislatura.
Pero el 11 de septiembre, una revolución llevó al poder a los unitarios porteños y sus diputados no se incorporaron al Congreso. Urquiza estuvo a punto de imponerse por la fuerza, pero a último momento decidió creer en las posibilidades de negociar con los porteños. No obstante, los unitarios porteños no volverían a incorporarse al resto del país sino siete años más tarde, y solamente por la fuerza.
El gobierno porteño lanzó una invasión a Entre Ríos, que fracasó por completo, pero aún así Urquiza se negó a atacar a la provincia rebelde. En cambio, el coronel Hilario Lagos se lanzó a la rebelión contra el gobierno porteño, y sitió la capital de su provincia. Llegó a formar un gobierno paralelo en San José de Flores y a gobernar el resto de la provincia, pero aunque Urquiza se unió al sitio, la ciudad resistió.
El Congreso sesionó sin la presencia porteña, y aprobó una Constitución federal y liberal, adaptación de José Benjamín Gorostiaga del proyecto de Juan Bautista Alberdi. Éste copiaba en gran parte la constitución de los Estados Unidos, pero tenía también influencia de la Constitución Argentina de 1826.
Urquiza obligó a los diputados federales a aceptar el proyecto de Gorostiaga, e incluso hizo que varios renunciaran, negándoles el pago de sus dietas. De esa manera logró que el 1ro de mayo de 1853 se sancionara la Constitución. El 9 de julio, la Constitución era jurada en todas las capitales de provincia.
Hasta la reunión del Congreso Nacional, el Congreso Constituyente se hizo cargo del Poder Legislativo. Las principales leyes que sancionó fueron la que a Paraná capital del país hasta que Buenos Aires se uniera al mismo, y otra aprobando un tratado de libre navegación de los ríos con Francia e Inglaterra, que ponía el derecho de navegar los ríos interiores en igualdad de condiciones con la navegación en alta mar, esto es, completamente libre de todo control.
En el mes de junio, el soborno a los jefes de la escuadra federal obligó a levantar el sitio de Buenos Aires.
En marzo del año siguiente, los Colegios Electorales de las provincias lo elegían presidente de la Confederación Argentina, con el unitario sanjuanino Salvador María del Carril como vicepresidente. Asumió el 1ro de mayo de 1854.
Una de sus primeras medidas fue federalizar no sólo la ciudad de Paraná, sino todo el territorio de la provincia de Entre Ríos. De este modo, Urquiza seguía gobernando su provincia, aunque las municipalidades conservaron cierta autonomía.
Su gobierno se dedicó especialmente a la educación y a la instalación de tribunales de justicia. Nacionalizó el Colegio y la Universidad de Córdoba y el Colegio de Concepción del Uruguay. También hubo proyectos de construir un ferrocarril hasta Córdoba. Hizo construir edificios públicos en Paraná, y comenzó la instalación de colonias agrícolas de inmigrantes en su provincia y en el resto del país.
Durante casi la mitad del tiempo de su gobierno, no residió en Paraná, sino que gobernaba desde el Palacio San José, que se estaba construyendo cerca de Concepción del Uruguay. Durante sus ausencias lo reemplazó Del Carril, como establece la Constitución, pero éste tenía muy malas relaciones con el ministro del interior, Santiago Derqui; con el tiempo, ambos terminaron liderando partidos opuestos dentro del mismo gobierno.
Su gobierno fue, sin embargo, estorbado por la oposición de Buenos Aires, que protagonizó la secesión de la Confederación. Desde Santa Fe y Entre Ríos se lanzaron varios ataques hacia la provincia rebelde, pero éstos terminaron con la cruel represión de la invasión del general Jerónimo Costa, en 1855, que fue ejecutado sin juicio junto con casi todos sus oficiales.
En las relaciones exteriores, Urquiza logró la paz a cambio de la libre navegación de los ríos interiores, y reconoció la independencia de Paraguay. Se regularizaron las relaciones con la Santa Sede, rotas desde la Revolución de Mayo. Pero las embajadas más importantes se instalaron en Buenos Aires y no en Paraná, que era poco más que un pueblo sin ninguna comodidad.
El embajador en casi toda Europa era Juan B. Alberdi, que estableció relaciones cordiales con los países europeos. Su gestión más importante fue lograr el reconocimiento de la independencia argentina por España, pero cometió el grave error de conceder que los hijos de inmigrantes españoles fueran ciudadanos españoles. Eso significaba convertir a la muy necesaria inmigración en una amenaza a la nacionalidad argentina.
La economía también le trajo serios problemas, ya que el comercio exterior seguía pasando por Buenos Aires, y las finanzas estaban permanentemente en rojo. La emisión de papel moneda organizada por su primer ministro de economía, Mariano Fragueiro, fue un fracaso. Por ello se vio obligado a contraer empréstitos en el exterior, especialmente de la banca del brasileño barón de Mauá. Como la situación no mejorara, se sancionó la ley de "derechos diferenciales", con la cual se pretendía favorecer la entrada del comercio exterior directamente por los puertos de la Confederación, especialmente por Rosario.
Ninguno de los intentos de Urquiza de reincorporar Buenos Aires prosperó, y en Buenos Aires crecía la idea de declarar la independencia. Los gobiernos porteños apoyaban cualquier revuelta liberal contra el gobierno de la Confederación, pero no lograron poner en peligro la estabilidad de ésta.
Pero en 1859, el caudillo sanjuanino Nazario Benavídez, amigo de Urquiza, fue asesinado. Su muerte fue festejada en Buenos Aires.
Urquiza perdió la paciencia. Exigió la entrega de los asesinos e intervino el gobierno de la provincia. E inmediatamente lanzó un ultimátum contra Buenos Aires: o se reincorporaban, o iría a la guerra.
Buenos Aires eligió la guerra, y Urquiza derrotó al general Bartolomé Mitre en la batalla de Cepeda. A continuación avanzó hacia Buenos Aires y exigió la reincorporación. El gobernador Valentín Alsina renunció y se firmó con su reemplazante, Felipe Llavallol, el Pacto de San José de Flores o de Unión Nacional.
De acuerdo con el mismo, la provincia rebelde revisó la Constitución y propuso modificaciones a la misma, que fueron aceptadas sin discusión por una Convención Constituyente especialmente reunida en Santa Fe en 1860.
Pero según el punto de vista de los federales del interior, en vez de castigar a la provincia por su rebeldía, se la había premiado. La elección de Mitre como nuevo gobernador era casi una garantía de que la provincia no aceptaría incorporarse a la Confederación, a menos que se le permitiera controlarla.
En mayo de 1860, Urquiza entregó el gobierno nacional a su sucesor, Santiago Derqui.
Poco después se dejó sin efecto la federalización de la provincia de Entre Ríos, quedando fuera de la misma la ciudad de Paraná. Y una nueva constitución provincial declaró a Concepción del Uruguay capital de la provincia. Como era de esperarse, el gobernador electo fue Urquiza, apenas 50 días después de dejar la presidencia.
Continuó su política de promoción de la educación y la colonización, pero se entrometió continuamente en el gobierno de Derqui. Para sacarse de encima su tutela, éste se apoyó en Mitre, pero eso sólo sirvió para debilitar su gobierno.
Una serie de conflictos con Buenos Aires, incluyendo nuevos problemas en San Juan y el rechazo de los diputados por Buenos Aires por una cuestión legal, llevaron a que Mitre desconociera el Pacto de San José.
Entonces Derqui se preparó para una nueva guerra contra la provincia rebelde. Reunió un importante ejército en Córdoba y lo unió a las fuerzas de Urquiza. Éste fue puesto al mando del ejército.
Pero Urquiza no quería pelear; trató por todos los medios de llegar a un arreglo con Mitre. Se sentía traicionado por el presidente, y decidió que no iba a vencer para dejarle el triunfo. Le dijo a su amigo Molinas que
"estaba traicionado por el presidente, que nos convenía más ser derrotados que triunfar y caer en manos de enemigos traidores; que procurase celebrar la paz a todo trance, porque viniendo Buenos Aires a la unión, las cosas cambiarían."
Mitre se negó a cualquier trato e invadió la provincia de Santa Fe. Los ejércitos se enfrentaron en la batalla de Pavón, el 17 de septiembre de 1861. Aunque el resultado de la batalla no parecía inclinarse a favor de ninguno de los contrincantes, Urquiza se retiró, dejando la victoria en manos de Mitre. Su caballería había destrozado a la porteña, y si la infantería de Mitre pudo desplazar a la de Urquiza, fue sólo porque éste no la empleó a fondo; ni siquiera movió su reserva.
Sin atender los pedidos del presidente ni de sus propios comandantes de caballería, entre ellos López Jordán, Urquiza regresó a Entre Ríos. Mitre, que se había retirado derrotado a San Nicolás, tardó varias semanas en comprender que había quedado vencedor por abandono. Invadió Santa Fe, masacró a la reserva federal en Cañada de Gómez y envió un ejército a ocupar Córdoba y otro a Cuyo.
Debilitado política y económicamente, Derqui se exilió en Montevideo. Urquiza consideró caducado el gobierno nacional, en lo que fue imitado por los demás gobernadores. El vicepresidente Juan Esteban Pedernera renunció en diciembre, y declaró disuelto el gobierno.
Mitre asumió el mismo gobierno nacional que había denunciado como despótico cuando lo ejerció Urquiza en 1852, reemplazó a todos los gobiernos federales de las provincias, y meses más tarde se hizo elegir presidente de la Nación.
Urquiza mantuvo la autonomía de su gobierno en su provincia y conservó el cargo de gobernador. No hubo un acuerdo explícito, pero sí un acuerdo tácito con Mitre, por el cual éste nunca amenazó a Urquiza. A cambio, Urquiza se mantuvo neutral durante todas las rebeliones federales de esa década. En La Rioja, el general Ángel Vicente Peñaloza mantuvo una larga rebelión hasta que fue asesinado en 1863. Cuatro años más tarde, Felipe Varela y Juan Saá dirigieron otra rebelión en Cuyo y La Rioja, pero ésta fue aplastada. Éstas y otras revoluciones federales se hicieron en nombre de Urquiza, y sus dirigentes pidieron repetidamente ayuda y órdenes al jefe natural del Partido Federal, que era Urquiza; pero Urquiza no se movió.
Gobernó una especie de autocracia patriarcal en su provincia, y su gobierno no fue tan progresista como los anteriores. Su provincia se vio beneficiada por la política librecambista de Mitre, si bien las incipientes industrias tuvieron que cerrar. Pero, a cambio, la ganadería floreció más que nunca. La provincia vivía sobre todo de la ganadería... y Urquiza era un ganadero.
Reforzó su sistema casi feudal: nadie podía vender ni campos ni hacienda sin primero darle aviso a Urquiza, que tenía el derecho de prioridad. De esa manera pudo aumentar sin riesgos su ya enorme fortuna.
En las elecciones de 1864, promovió la candidatura de José María Domínguez contra la del general López Jordán, que seguía siéndole leal, pero podía pretender actuar con autonomía. Ortiz, en cambio, gobernó como un dependiente del caudillo.
Al estallar la "Guerra Chiquita" en Uruguay, iniciada en 1863 por la invasión del general Venancio Flores, Urquiza se mantuvo también neutral. La mayor parte de los federales entrerrianos trataban de ayudar al gobierno uruguayo, pero Urquiza mantuvo su alianza con el presidente Mitre, que apoyaba abiertamente a Flores. Cuando la ciudad de Paysandú fue atacada por la flota brasileña y las fuerzas de Flores, hasta dejarla destruida, muchos federales entrerrianos y porteños – entre éstos, Rafael y José Hernández – lucharon a favor de los defensores. El bombardeo se veía desde Concepción del Uruguay, y se oía desde el Palacio San José; a Urquiza le llegaron cientos de cartas invitándolo a entrar en acción, pero Urquiza no se movió.
La caída del gobierno uruguayo provocó la Guerra del Paraguay. Mitre llamó a todas las provincias a movilizarse contra el gobierno de Francisco Solano López, y Urquiza repitió el llamamiento al pueblo entrerriano. Los federales entrerrianos estaban indignados; escribían contra la guerra y a favor del gobierno paraguayo. López Jordán escribió a Urquiza:
"Usted nos llama para combatir al Paraguay. Nunca, general, ese pueblo es nuestro amigo. Llámenos para pelear a porteños y brasileños. Estamos prontos. Éstos son nuestros enemigos."
Pero Urquiza estaba obteniendo un gran provecho de la guerra: lo primero que hizo fue reunir la mayor parte de los caballos de la provincia y vendérselos a Brasil.
Poco después ordenó movilizar todas las fuerzas provinciales en el campamento de Calá. Curiosamente, en un gesto insólitamente racista, ordenó movilizar a todos los “pardos y morenos” entre los 20 y los 30 años. Se presentaron 8.000 voluntarios, la mayor parte de ellos convencidos de que iban a unirse a los paraguayos contra los brasileños. Fueron reunidos en cinco columnas y comenzaron a marchar hacia el norte; pero al llegar al pueblo de Basualdo, se enteraron de qué lado iban a pelear: simplemente se fueron a sus casas.
Poco después, por medio de amenazas, logró reunir otra vez a su gente, pero al llegar al campamento de Toledo, nuevamente desertaron en masa. Esta vez, Urquiza hizo fusilar a varios, pero ni aún así logró reunir un tercer contingente. Entonces envió los 800 soldados de infantería de línea de su provincia y los embarcó a la fuerza hacia el frente.
El prestigio de Urquiza estaba cayendo rápidamente. El gobierno cerró los periódicos opositores y arrestó a sus directores.
En 1868 se presentó a las elecciones presidenciales como candidato del partido federal, pero perdió por una diferencia aplastante contra el candidato de una parte del unitario: Sarmiento. En cambio, logró hacerse elegir nuevamente gobernador de su provincia, y en mayo de ese año asumió nuevamente el gobierno provincial.
En 1870 terminaba la Guerra del Paraguay; para festejarlo, Urquiza recibió en su Palacio San José, con gran despliegue de desfiles y brindis, al presidente Sarmiento, el más terrible enemigo de los federales. Era la sanción visible del acuerdo tácito del caudillo con los unitarios, y los federales lo tomaron como un insulto.
La oposición decidió no esperar más un pronunciamiento a su favor de parte de Urquiza, y decidió lanzarse a derrocarlo.
El general López Jordán organizó rápidamente la revolución; el primer objetivo era apoderarse de la persona del gobernador, para forzarlo a renunciar o expulsarlo del país. Envió en su busca al coronel Simón Luengo, un cordobés que había visto la represión de los porteños en su provincia, donde habían derrocado al menos dos gobernadores federales; que había visto los crímenes de los coroneles de Mitre y Sarmiento en su provincia y en las vecinas. No se podía esperar misericordia de tal personaje, y no la hubo.
Urquiza fue asesinado en el Palacio San José el 11 de abril de 1870: una partida de cincuenta hombres al mando de Luengo llegó con caballos y redujo la guardia. Urquiza intentó defenderse con un fusil, pero fue herido de un tiro en la cabeza y rematado con 5 puñaladas.
Ese mismo día eran asesinados en Concordia también sus hijos Justo Carmelo y Waldino; los dos eran amigos íntimos de López Jordán, lo que parece probar que los asesinos no actuaron por orden de López Jordán.
Tres días más tarde, López Jordán era elegido gobernador por la Legislatura. En su discurso de asunción apoyó la revolución, y apenas mencionó de paso que
"…he deplorado que... no hubiesen hallado otro camino que la víctima ilustre que se inmoló."
La mayor parte de los federales apoyaron la revolución, e incluso José Hernández llegó a hablar de "…su muerte, mil veces merecida."
Más tarde, López Jordán fue acusado de haber querido encabezar una rebelión contra el gobierno nacional. Un año más tarde, después de una resistencia heroica, la provincia era sometida por la fuerza. Los federales, tanto jordanistas como urquicistas, fueron proscriptos, y las garantías que Mitre había tácitamente acordado con Urquiza desaparecieron. La provincia fue ocupada militarmente y perdió para siempre la importancia que había tenido.
El asesinato de Urquiza contó con amplio apoyo popular entre los entrerrianos. Esto se debió a las actitudes asumidas por Urquiza: la retirada de la batalla de Pavón, su neutralidad frente al bombardeo de Paysandú, su participación en la guerra contra el Paraguay, las maniobras para evitar la elección de López Jordán y la entrega de la recaudación de impuestos en manos de un particular.
Sus restos descansan en la Basílica Inmaculada Concepción, en Concepción del Uruguay, provincia de Entre Rios, República Argentina.
Fuente: http://es.wikipedia.org/. El texto está disponible bajo la Licencia CC 3.0.
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